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La Giralda con futuro incierto

El histórico bar de chocolate en taza, en la cornisa por la crisis
La Giralda, el clásico bar de la avenida Corrientes al 1400, cerrará sus puertas por un cambio de firma. No se sabe si los nuevos dueños continuarán con el legado histórico o lo transformarán en un restaurante.
Las paredes todavía blancas, mesas y sillas antiguas.
Las paredes todavía blancas, mesas y sillas antiguas. 
Tras casi sesenta y ocho años en manos de la familia Nodrid, La Giralda, el histórico bar de la avenida Corrientes, no logró esquivar la crisis económica y cerrará sus puertas, tras la venta, para ser reacondicionado. Marcelo Nodrid, bisnieto del hombre que en 1951 compró el comercio, que nació como lechería en 1930, dijo a PáginaI12 que “soy la cuarta generación que maneja el bar, pero desde que me hice cargo a comienzos de año, no hubo un solo mes que me permitiera pensar que podía seguir funcionando”, sostuvo el encargado, quien afirmó que no logró hacer frente a las deudas ante la caída del consumo ni pagar los sueldos. Según contó, el cambio de firma iba a tener lugar esta semana, pero se pospuso por una cuestión de papeles. Y aseguró que “el nombre va a seguir, aunque quien lo compre seguramente le va a agregar restaurante, porque del café no se vive”.
Por el momento, no hay fecha exacta para el cambio de firma y el consiguiente cierre para remodelar el local, ubicado en Corrientes 1453, entre las calles Paraná y Uruguay, que aún parece inmune al paso del tiempo, con sus azulejos blancos, mesas de madera y mármol, y su clásico y largo mostrador de madera en el que resaltan las campanas de vidrio que protegen alfajores y facturas. 
La única certeza es la voluntad de los actuales dueños de vender el comercio. “No pretendía ser un Nodrid que cerrara el bar”, dijo el hombre de 31 años que hace once meses tomó las riendas del local, quien sostuvo que “quiero asegurarme de que siga existiendo. Y que no deje de ser famoso por el chocolate” (especialidad de la casa desde sus orígenes).
Al bar que sobrevivió al Rodrigazo, a la oleada neoliberal de los 90 y la crisis del 2001 lo terminó arrinconando un combo que incluyó una brutal inflación, la caída en picada del consumo, la escalada de los servicios y, en el caso de los comercios de la calle Corrientes, la remodelación de la avenida que lleva meses complicando la circulación peatonal. “A la época que está en baja se sumó el tema de los arreglos, que afectó porque veías a la gente que prefería pasar de largo a entrar, porque la cuadra fue bastante perjudicada”.
El bar, que hoy funciona de 8 a 23 o 24, según la clientela, y que en alguna época supo estar abierto las 24 horas, fue fundado por Francisco Garrido, un andaluz que abrió una lechería a la que le puso el nombre en homenaje al campanario de la Catedral de Santa María de la ciudad española de Sevilla, en Andalucía. En 1951, Antonio Nodrid compró el comercio y conservó el nombre y la tradición del chocolate con churros. Y aunque nunca logró el status de bar de la intelectualidad porteña como La Paz, o el de la vanguardia artística como el Bar O Bar, supo albergar a buena parte de la militancia universitaria en la primavera alfonsinista, y a aquellos que salían de los teatros y cines, o aquellos que paraban para un último café en la madrugada, en la que el humo de los cigarrillos todavía formaba parte de la escenografía natural. Hoy, muchos de sus parroquianos son los letrados que concurren al Colegio Público de abogados, que está al lado del local.
Ayer por la tarde, uno de ellos, especialista en franquicias comerciales, comentaba, sentado frente a una taza de café y la típica azucarera de vidrio, que “vengo porque me gusta la arquitectura del lugar, pero como los locales se están reconvirtiendo en franquicias dudo que quien lo compre mantenga el estilo”.
A espaldas de uno de los tantos espejos biselados, un tanto baqueteado porque el azogue se ha degradado, otro de los clientes sostuvo que “sigo viniendo por el chocolate espeso que hacen”.
Un punto álgido de la venta es qué pasará con los mozos, algunos de los cuales tienen muchos años de antigüedad. El año pasado, los dueños dejaron de pagar los sueldos y algunos de los mozos dejaron de trabajar para hacer changas e iniciaron acciones legales contra el comercio.
La abogada de los mozos, Verónica Sánchez, explicó que “la situación siempre fue irregular, a trabajadores de más de 30 años de antigüedad siempre los mantuvieron con parte del sueldo en negro. No les hacían aportes patronales”, dijo la letrada, y  advirtió que inició “una causa penal para frenar la venta de los bienes”.

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